DIA 1:
Cómo fortalecer nuestras vidas espirituales.
Mateo 6:33 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Esta declaración que hizo Jesus es la llave para que los cielos se abran a nuestro favor, el principio de poner a Dios por primero es una llave para entrar en lo sobrenatural de Dios. Cuando entendemos este principio y lo ponemos en practica en toda área de nuestras vidas, nos daremos cuenta como podremos resistir, pelear y avanzar sin ser derrotados.
Muchos que entienden este principio han visto como Dios les ha multiplicado todo y en todas las áreas. Aunque somos ya bendecidos en lugares celestiales, las primicias abre ciertas puertas que dan acceso a la doble porción.
¡Mis amados la Fortaleza no viene porque si! Llega a nuestra vida cuando nos ponemos a un lado y dejamos que Dios sea el que tome el timón de nuestro barco y Podamos decir como el Apóstol Pablo en Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Notamos que dice: Ya no vivo Yo, sino que Cristo vive en mi, Esto es una declaración poderosa, que quiere decir que ya no vivo para agradarme a mi mismo ni a los demás, sino que vivo para agradar a Dios que es igual poner a Dios por primero.
Muchas personas tienen buenas intensiones, pero solo tienen una mínima idea de quien es Dios, desean servir al Señor, creen que aman a
Dios, pero en realidad es un amor a su manera. ¿Porque les digo a su manera? Porque ellos mismos han puesto sus propias reglas de lo que es servir al Señor, esto es una mentira de satanás para evitar que seas bendecido.
Efesios 1: 1-3 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendiciones espirituales en Cristo 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
El Apóstol Pablo les dice aquellos que han sido fiel a nuestro Señor Jesucristo que ellos ya son bendecidos. ¿Pero porque hay vidas y familias que no pueden ver la plenitud en todas las áreas y en sus familias? Pues porque que no han sido fieles en poner a Dios por primero.
Lo que dice en Mateo 6:33 De primeramente buscar a Dios y su justicia y todas las demás cosas vendrán por añadidura. Aquí esta la llave para vivir una vida plena y abundante. Muchos repiten y se saben este verso de memoria, pero a la hora de aplicarlo se les hace difícil, porque ponen la excusa Dios sabe o Dios me entiende y claro que, si Dios sabe, pero no nos entiende porque si decimos que amamos a Dios, debemos de ponerlo por primero. ¡Se hace fácil en decir No puedo Señor ahora! pero esto es porque todavía siguen tomados del timón.
El verso 20 de Gálatas 2 dice que: Jesucristo nos amo y se entrego a si mismo por cada uno de nosotros. Mis amados el que ama se da por completo.
¿Que áreas de nuestra vida faltan por entregar al Señor? Vamos a escudriñarnos y hacer un estudio de nuestras vidas. En que áreas sientes que estas mas débil, ahí es donde tienes que empezar a trabajar. Hay persona que sus vidas son un enredo, pero eso tiene una
explicación NO HAN PUESTO A DIOS POR PRIMERO. Las cosas del Señor las dejan para lo ultimo.
Vamos en este mes de enero ha hablar del “PRINCIPIO DE LA EXCELENCIA A DIOS”
La palabra primero en hebreo es RI’SHON que significa: superior, lo mas destacado.
En el diccionario academia Real dice que es lo Excelente, grande, que sobresale y excede a otros.
1Samule 2:30 Por tanto, el Señor, Dios de Israel, declara: “Ciertamente yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí para siempre”; pero ahora el Señor declara: “Lejos esté esto de mí, porque yo honraré a los que me honran, y los que me menosprecian serán tenidos en poco.
Honrar es HADAR que es una de las palabras que en hebreo significa: PREFERIR.
En este nuevo año y todo el resto de tu vida, prefiere a Dios sobre todas las cosas, veras como lo que estaba detenido será soltado.
Amados, este año 2022 es un año trabajar en unidad, de descansar en las promesas de Dios, de la reconciliación y de Dios exponer públicamente lo que ha venido haciendo contigo. Entramos como cada año en un tiempo profético, estamos viendo tiempos de cambios y variación pero en Jesús encontramos estabilidad y paz.
DIOS DEBE SER PRIMERO
SEGURAMENTE HA ESCUCHADO este viejo dicho: Primero lo primero.
Hay una gran verdad bíblica en ese pequeño dicho. Pero, ¿qué es lo primero cuando se trata de vivir una vida llena de bendiciones? Bueno, considere lo siguiente: hay más de 500 versículos en la Biblia referentes a la oración y hay casi 500 versículos sobre la fe; pero hay más de 2,000 versículos acerca del dinero y las posesiones.
Jesús habló acerca del dinero en 16 de sus 38 parábolas. Es claro que desde el punto de vista de la Biblia, debemos entender el dinero y cómo manejarlo. ¿Por qué? Porque el dinero es una prueba que Dios nos pone por delante.
La forma en que usted maneja el dinero revela mucho acerca de sus prioridades, lealtades e intereses. De hecho, controla directamente las bendiciones que recibirá (o no recibirá) en su vida.
El primer principio que debe comprender acerca del don de dar es el de “los primeros frutos”. También puede llamarse el principio de los primogénitos o del diezmo.
Francamente, demasiados cristianos están confundidos en lo que se refiere al diezmo y al principio de los primeros frutos.
(Por favor continúe leyendo y no cambie la página pensando:
“Yo ya he escuchado todo eso acerca del diezmo”. Le aseguro que hay verdades que liberan en lo que le voy a presentar. ¡No se lo pierda!)
Sacrificado o redimido
Encontramos un precedente financiero de importancia en el décimo tercer capítulo de Éxodo. En este pasaje, Dios dice: Conságrame todo primogénito. Todo lo que abre la matriz entre los hijos de Israel, tanto de los hombres como de los animales, Mío es.
ÉXODO 13:2, RVR1995
Aquí, Dios declara claramente que el primogénito es suyo. Le pertenece. De hecho, encontrará a Dios declarando que el primogénito es suyo ¡16 veces en las Escrituras! Por ejemplo, Éxodo 13:12-13 dice: Dedicarás al SEÑOR todo primer nacido de la matriz. También, todo primer nacido del ganado que poseas; los machos pertenecen al SEÑOR. Pero todo primer nacido de asno, lo redimirás con un cordero; mas si no lo redimes, quebrarás su cerviz; y todo primogénito de hombre de entre tus hijos, lo redimirás.
Es esencial que entienda algo acerca del principio de primogenitura. De acuerdo a la ley del Antiguo Testamento, los primogénitos se sacrificaban o se redimían. No había una tercera opción. Cada vez que los animales de su ganado tenían su primera cría, usted tenía que sacrificarlo, o si se le designaba “impuro”, usted tenía que redimirlo con un cordero puro,
sin mancha. Resumiendo, el primogénito “puro” tenía que ser sacrificado y el “impuro” tenía que ser redimido.
JESÚS FUE EL DIEZMO DE DIOS.
Con esto en mente, considere el pasaje del Nuevo Testamento, donde Juan el Bautista se encuentra con Jesús a las orillas del río Jordán.
Un día Juan estaba bautizando y al levantar la vista, vio a Jesús caminando hacia él. En ese momento, Juan exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, ).
Con esa declaración inspirada, Juan definió perfectamente el papel que Jesús había venido a desempeñar. Jesús era el primogénito de Dios. Jesús era puro; perfecto y sin mancha en todo. Por otro lado, todos y cada uno de nosotros hemos nacido imperfectos. Todos nacemos pecadores y con una naturaleza pecadora totalmente activa.
Ahora piense en el principio del primogénito en Éxodo. Recuerde, la ley decía que si el animal primogénito era puro debía ser sacrificado. Pero si era impuro debía ser redimido por un animal puro.
¿Puede ver el paralelismo simbólico? Jesucristo era el primogénito de Dios y Él nació “puro”. Él era un cordero puro y sin mancha. Pero todos nosotros nacimos “impuros”; por lo cual, Jesús fue sacrificado para redimirnos.
Cuando Jesús nos redimió con su sacrificio, Él nos compró para Dios. Él fue, literalmente, una ofrenda de primeros frutos. En un sentido muy real, Jesús fue el diezmo de Dios. Dios, en fe, dio su diezmo (Jesús) antes que creyéramos. Note que Dios nos lo dio antes de que creyéramos:
Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. —ROMANOS 5:8
De la misma manera, nosotros tenemos que darle la ofrenda de nuestros primeros frutos-nuestro diezmo. Antes que veamos las bendiciones de Dios, se lo damos en fe.
Dios entregó a Jesús en fe, “para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29, ). En este sentido, Jesús es el diezmo de Dios. Dios entregó primero a Jesús, a pesar que nosotros éramos pecadores; aún cuando nos burlábamos y le escupíamos la cara mientras Él moría.
Dios no esperó a ver si primero cambiaríamos o si nos arrepentiríamos con el fin de que fuéramos dignos. Dios ya conocía el principio de “primero lo primero”.
¿Alguna vez se ha puesto a pensar cómo es que Dios, durante la última plaga que se describe en el libro de Éxodo, podía justificar el haber tomado las vidas de los primogénitos de Egipto? Muy sencillo, es porque los primogénitos le pertenecen a Dios. ¡Dios tenía el derecho legal de tomar a cada primogénito, porque cada uno de ellos en Egipto y en Israel le pertenecía!
Pero los primogénitos en Israel no murieron esa noche, ¿verdad?
¿Por qué no? Porque se sacrificó un cordero para redimirlos.
¡En su lugar se sacrificó un cordero perfecto y sin mancha! Recordará que Dios le dio instrucciones a Moisés que aplicara la sangre del cordero sacrificado en los postes de las puertas de cada casa. Tenían que aplicar la sangre en el dintel (la tabla superior, encima de la puerta) y en los dos postes (los lados del marco de la puerta). Vea Éxodo 12:7.
Imagínese parado afuera de una de esas puertas, mojando una rama de hisopo en la sangre del cordero. Véase aplicando la sangre, primero en el lado izquierdo del marco de la puerta, luego en el lado derecho y entonces alcanzando hacia arriba para aplicarlo en la mitad del dintel para que la sangre goteara hacia abajo.
¿Se dio cuenta que, al seguir esos pasos, creó la figura de una cruz con la sangre? ¡Los israelitas fueron salvados por la sangre del cordero en la forma de una cruz! Y es precisamente así como nosotros fuimos salvados. Dios nos ha redimido de la misma manera; entregando a su primogénito en sacrificio.
El principio de los primeros frutos es muy, muy poderoso.
He oído decir que cada primera cosa que se da nunca se pierde y que cada primera cosa que no se da siempre se pierde. En otras palabras, lo que le damos a Dios no lo perdemos, porque Él lo redime para nosotros. Pero si se lo negamos, lo perderemos. Jesús hizo eco de este principio cuando dijo:
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. —MATEO 16:25, RVR1995
Como puede ver, lo primero le pertenece a Dios. Podemos encontrar este principio desde el inicio hasta el final de la Palabra de Dios. Podemos darle a
Dios las primicias de nuestro tiempo y podemos darle las primicias de nuestras finanzas.
Eso es realmente lo que significa diezmar; darle lo primero a Dios. Estamos diciendo: “Señor, primero voy a darte los diezmos y confío en que redimirás el resto”.
En otras palabras, cuando nace el primer cordero de un rebaño, no se sabe cuántas crías más podrá tener esa oveja. Sin embargo, Dios no dijo: “Deja que tu oveja tenga nueve crías y entonces me das la próxima”. No, Dios dice: “Dame la primera”.
Siempre se requiere fe para dar lo primero. Es por eso que muy pocos cristianos experimentan las bendiciones de dar el diezmo. Esto quiere decir que hay que darle a Dios antes de saber si va o no a tener suficiente. Al dar nuestro diezmo, es como si le dijéramos a Dios: “Primero te reconozco a Ti. Te estoy poniendo primero en mi vida y confío en que tú te encargarás del resto de las cosas en mi vida”.
Es por eso que el diezmar es tan importante. Es la manera principal de reconocer que Dios es primero en nuestras vidas.
La primera porción es la que redime. En otras palabras, cuan- do la primera porción es dada a Dios, todo lo demás queda redimido. De igual manera, al ir a la iglesia al comienzo de la se mana es una manera de darle al Señor lo primero de nuestro tiempo.
Es triste ver cómo algunas personas ven el lunes como el comienzo de su semana. Ellos piensan lo siguiente: “Tengo que comenzar bien la semana. Tengo que negociar un trato para depositar dinero en el banco”. Así, ellos dan las primicias de su semana al dinero.
Otras personas piensan que su semana comienza el viernes. Dicen: “Este fin de semana sí que me voy a ir de fiesta y voy a pasar un buen rato”. Estas personas dan las primicias de su tiempo a la recreación.
Como pueblo de Dios, debemos darle la primera parte de nuestra semana a Jesús. La razón por la que la Iglesia del Nuevo Testamento se reunía el domingo era porque celebraban la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Ellos daban las primicias de su tiempo a la adoración a Dios.
Las primicias de lo primero
No sólo el primogénito le pertenece a Dios, sino también los primeros frutos. En Éxodo 23 leemos: “Llevarás a la casa del Señor tu Dios lo mejor de tus primicias.
—V. 19 Este versículo va aún más allá y dice que lo que Dios quiere son las primicias de los primeros frutos. Esto quiere decir que lo último de los primeros frutos no es aceptable. No es la décima parte de los primeros frutos, es la primera porción de sus primeros frutos. Leamos ese versículo de nuevo:
Llevarás a la casa del Señor tu Dios lo mejor de tus primicias.
—V. 19 Fíjese que las escrituras designan a “la casa del Señor tu Dios” como el lugar apropiado para dar los primeros frutos. No dice que hay que dárselos a un ministerio que aparece en la tele- visión, aunque creo firmemente en apoyar a los ministerios respetables que usan medios de comunicación. No dice que le dé los primeros frutos a un misionero, aunque el apoyar misiones es algo cercano al corazón de Dios (¡y del mío!). No dice que le dé los primeros frutos donde usted quiera. Dice: “(Lo) llevarás a la casa del Señor tu Dios”. Siempre debemos dar primero a la casa de Dios. Es un aspecto del principio de los primeros frutos que necesitamos entender. Por eso
Proverbios 3:9-10 dice:
Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
Como sugiere este pasaje, diezmar a la casa del Señor implica honrar al Señor con nuestras posesiones y con los primeros frutos de todas nuestras ganancias.
En los tiempos del Antiguo Testamento, la mayoría de las personas eran campesinos. Ellos sembraban y criaban animales para vivir. Las “ganancias” venían cuando cosechaban y con la reproducción de su ganado. Hoy usted puede ser un banquero, o un abogado, o un maestro, o un albañil. Sus ganancias vienen de acuerdo a su profesión.
No importa la manera en que lo consiga, la Biblia deja claro que tenemos que honrar al Señor con las primicias de todas nuestras ganancias. Cuando hacemos las cosas de acuerdo a estos versículos, “nuestros graneros serán colmados (llenados) con abundancia y nuestros lagares (bodegas) rebosarán”
(v. 10).
¿Recuerda la narración del libro de Josué acerca de la caída de Jericó? Recordará que el Señor les dio instrucciones estrictas a los israelitas que no se quedaran con el botín de Jericó. El Señor declaró que todo eso le pertenecía.
¿Por qué dijo el Señor que todo el oro y la plata de Jericó había que darlo a la casa de Dios? Porque era la primera ciudad que conquistaban en la Tierra Prometida. Eran los primeros frutos. Dios estaba diciendo: “Traigan todo el oro y la plata de Jericó a Mi casa y entonces ustedes pueden tener el resto”. Él no dijo: “Conquisten diez ciudades y denme los despojos de la décima”. Esencialmente, lo que Dios dijo fue: “Primero me dan a mí y ustedes pueden quedarse con el resto”. Por supuesto que eso requirió fe; y dar el diezmo también lo requiere. También recordará que uno de los israelitas ignoró las instrucciones claras de Dios. Se les dijo a los israelitas que el oro y la plata estaban consagrados para el Señor (Josué 6:19). Sin embargo, un hombre llamado Acán tomó algo para sí mismo y la Biblia nos dice que eso ocasionó que hubiera una maldición sobre Israel (Josué 7:1-26).
Piense en ello. Cuando el botín fue entregado a Dios, estaban “consagrados” o separados para Su casa; pero después que un hombre tomó algo para sí mismo, entonces maldijo los esfuerzos de Israel para tomar la Tierra Prometida.
Consagrado o maldito. Esto es exactamente lo que es el diezmo, del principio al final de la Biblia. El diezmo debe ser consagrado al Señor y para la casa de Señor. Pero si lo tomamos para nosotros, entonces se vuelve maldito, porque es robado.
En el capítulo tres de Malaquías, queda bien claro que si nos quedamos con el diezmo estamos robándole a Dios. Qué impactante es pensar que uno puede estar robándole a Dios y por lo tanto, ¡bajo una maldición!
¿Acaso roba el hombre a Dios? ¡Ustedes me han robado! Y todavía preguntan: “¿En qué te hemos robado?” En los diezmos y en las ofrendas. Ustedes la nación entera están bajo gran maldición, pues es a Mí a quien están robando.
Leer MALAQUÍAS 3:8-9
Me sorprende la cantidad de gente que intenta ignorar esta escritura o explicarla de otra manera. Algunos dicen: “Bueno, eso está en el Antiguo Testamento”. Pero en el mismo capítulo, un poco más adelante, Dios dice: “Porque yo, el Señor, no cambio” (v. 6). Hemos visto que el Señor dice claramente: “El primogénito me pertenece” y “los primeros frutos son míos”. También acabamos de oírlo decir que el diezmo le pertenece
He aquí mi pregunta para aquellos que sostienen que el principio del diezmo ya no es vigente. Si Dios declara: “Yo no cambio” (Malaquías 3:6), entonces, ¿cuándo es que supuestamente cambiaron las cosas? ¿Cuándo cambió Dios?
El diezmo, el primogénito y los primeros frutos, todos le pertenecen a Dios. ¡Esto no es una ley! ¡Es un principio incambiable establecido por un Dios incambiable!
¿LE CREERÍA A ALGUIEN QUE AFIRMARA, QUE PORQUE EL ADULTERIO ESTABA PROHIBIDO BAJO LA LEY, AHORA ES ACEPTABLE PORQUE VIVIMOS BAJO LA GRACIA?
Muchas personas dicen: “Bueno, el diezmo existía cuando estábamos bajo la Ley, así que no tengo que hacerlo. Estamos bajo la gracia, ahora”. Esas personas necesitan saber que hay muchas cosas que se definían bajo la Ley que continúan siendo principios de Dios.
¿Le creería a alguien que afirmara que porque el adulterio es- taba prohibido bajo la Ley, ahora es aceptable porque vivimos bajo la gracia?
¿Aceptaría un argumento que dijera que porque el robo es- taba prohibido por la ley del Antiguo Testamento, que ahora se acepta bajo el Nuevo Pacto de gracia? Claro que no. En la Palabra de Dios hay principios eternos y dar el diezmo es claramente uno de ellos. Es un principio que va desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
El diezmo le pertenece a Dios. Los primogénitos le pertenecen a Dios y los primeros frutos le pertenecen a Dios.
A través de mi vida como evangelista y pastor, me ha sor- prendido la consistencia de los testimonios sobre el diezmo. En más de 20 años en el ministerio, cada persona que da el diezmo me ha compartido el mismo testimonio. Cada persona que no lo da, también, pero diferente al testimonio de los que diezman. (Y tenga en mente la exhortación bíblica de decidir todo asunto por la boca de dos o tres testigos [2 Corintios 13:1]).
Sin excepción, las personas que diezman dicen: “Dios me ha bendecido”. Todos dan testimonio que Dios los está bendiciendo. En contraste, cada persona que conozco que no diezma me dice: “No tengo lo suficiente para diezmar”.
Ahora, quiero que piense acerca de estos testimonios y de las dos clases de personas de quienes provienen: todos los que diezman dicen que son bendecidos y los que no, dicen que no tienen dinero para darlo.
Me imagino que hasta Cantinflas podría encontrar un patrón en esto. Probablemente diría: “No soy un hombre inteligente, pero voy a dar mi diezmo. Eso es todo lo que tengo que decir al respecto”.
Respeto por Abel
Los principios del diezmo, del primogénito y de los primeros frutos son bíblicos y eternos. El alinear o ajustar su vida y sus acciones de acuerdo a ellos no puede más que traerle bendiciones. Hay un excelente ejemplo al respecto en el Capítulo 4 de Génesis:
GÉNESIS 4:3-5
Tiempo después, Caín presentó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra. Abel también presentó al Señor lo mejor de su re- baño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo.
Por años, muchos se han preguntado: “¿Por qué el Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda y no a Caín y la suya?”. La palabra de Dios deja muy claro que la ofrenda de Abel era el “primogénito” de sus rebaños. Pero no dice que Caín trajo los “primeros frutos” de su cosecha.
Note que el pasaje de arriba dice: “Tiempo después . . . ” En otras palabras, Caín dejó que creciera lo que había sembrado y “tiempo después”, regresó para traer la ofrenda al Señor. Esto implica que Caín no ofrendó sus primeros frutos al Señor. ¿Podría ser esa la razón por la que a Dios no le agradó la ofrenda de Caín? Yo creo que sí. Abel, por lo contrario, trajo el primogénito de su rebaño y Dios aceptó su ofrenda.
Hay una lección para nosotros en todo esto. Cuando damos algo, Dios está viendo nuestros corazones. Y cuando damos lo primero de nuestros primeros frutos, o nuestro diezmo, Dios recibe y respeta esa ofrenda. El diezmo es nuestro primer fruto. ¡El diezmo tiene que ser lo primero! La Biblia es muy clara al respecto:
El diezmo de todo producto del campo, ya sea grano de los sembrados o fruto de los árboles, pertenece al Señor, pues está consagrado. —LEVÍTICO 27:30
Así como el primogénito y los primeros frutos le pertenecen a Dios, el diezmo también le pertenece. Y al igual que los otros dos, el diezmo también debe ser lo primero. Tal como lo de- clara el verso anterior: “Y el diezmo . . . es del Señor . . . ”. Una vez escuché a Mike Hayes, Pastor de la iglesia Covenant Church en Carrolton, Texas, utilizar un excelente ejemplo respecto a esta verdad.
Si yo tuviera diez billetes de un dólar para hacer una donación, e hiciera dos preguntas acerca de esos diez dólares, creo que la mayoría de los cristianos contestarían correctamente la primera, pero dudarían de su respuesta a la segunda.
Imagínese que le he dado diez billetes de un dólar y los he puesto sobre una mesa frente a usted. Bueno, mi primera pregunta es: “¿Cuánto es el diezmo de ese dinero?”. Creo que todos contestarían correctamente. Obviamente el diezmo de diez dólares es un dólar. He aquí la pregunta más difícil: “¿Cuál de los diez billetes es el diezmo?”. Usted podría contestar: “Obviamente el primero”. Pero: “¿Cuál es el primero? ¿El de la derecha o el de la izquierda?”.
Imagínese que recibe su sueldo un jueves e inmediatamente paga todas sus cuentas pendientes. Luego compra las provisiones y luego, el domingo, escribe su cheque de su diezmo antes de ir a la iglesia. ¿Ha dado el diezmo con lo primero de su ingreso? No. ¿Es posible dar un 10% completo y que aún así no estemos dando el diezmo de acuerdo al principio de Dios? Absolutamente.
Para entenderlo volvamos al ejemplo de los diez billetes de un dólar. ¿Cuál billete es el del diezmo? Déjeme decirle cómo decidirlo. El diezmo es lo primero que se gasta o que se da. El primer dinero que gasta representa sus primeros frutos. En otras palabras, cuando reciba su sueldo, el primer cheque que escriba o el primer dinero que asigne debe ser el del diezmo. ¿Es realmente un acto de fe dar el 10% después de pagar todas sus cuentas? ¿Qué podemos decir de nuestras prioridades si primero le pagamos a todos los demás y entonces vemos si nos sobra para darle su parte a Dios?
La primera parte que gastamos debe ser el diezmo. Esa parte es “los primeros frutos” de acuerdo a Éxodo 13; y esa primera parte tiene el poder de redimir el resto. Ésta es la esencia del mensaje de Pablo en Romanos 11:16:
Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
Hay tantas bendiciones que acompañan el diezmar, pero es el principio de poner primero a Dios y el principio de la fe lo que inicia las bendiciones. Estos son los detonadores. La primera porción es la que redime al resto. La primera porción lleva consigo las bendiciones. Es por eso que usted no quiere darle la primera porción a su compañía de hipoteca.
Desafortunadamente, parece que muchos cristianos le temen más a la Agencia de Impuestos y a su hipotecario que a Dios. Otra manera de decirlo es que los respetamos a ellos más que a Dios. El que diezma dice: “Sí, yo sé que aquí tengo un montón de cuentas por pagar, pero primero le voy a dar a Dios y luego voy a confiar en que Él bendecirá el resto del dinero”. Había mucho más que dinero para perder cuando Abraham ofreció a Isaac, su hijo primogénito. Notará que Abraham no esperó a ver si tenía diez hijos antes de dar su primogénito. Tampoco Dios, sabiendo que Abraham sólo tenía a Isaac, no le dijo: “Cuando tengas 4 ó 5 hijos más voy a pedirte que me des uno de ellos”.
No, ¡Dios le pidió el primero, cuando era todo que lo que tenía! Abraham sólo tenía la promesa de tener más hijos. Ofrecer a Isaac requirió mucha fe de Abraham. Y es precisamente fe lo que el diezmo requiere. Es darle a Dios lo primero, en fe. Cuando Dios pedía el cordero primogénito, se lo tenían que dar en fe, teniendo solamente la promesa y la esperanza de que la madre tendría más corderillos. Mucha gente dice que pone a Dios en primer lugar, pero al dar el diezmo es cuando se comprueba si es cierto. Es entonces cuando hacemos lo que decimos. Si usted me dice que Dios es primero en su vida, déjeme ver lo que dice su chequera. Entonces veremos quién es realmente primero en su vida. ¿Dirá que la compañía de hipotecas es lo primero en su vida? ¿Dirá que el banco que le está financiando su auto tiene el lugar más alto en la lista de sus prioridades?
¿O será un testimonio claro de que Dios es primero? Cuando Satanás se le acerca para darle temor y le dice: “Te vas a quedar sin un centavo, tu matrimonio va a fracasar, te vas a enfermar”, usted puede contestarle con firmeza: “No. Yo doy el diezmo y en la Biblia dice que Dios va a reprender al devorador por mi bien. Sí, ¡por mi bien! ¡Dios es primero en mi vida y Él va a redimir y proteger todo lo que tengo!”.
¿Preferiría ir por la vida con el 100% de sus ingresos, a pesar de que todo ello fuera maldito? ¿O preferiría intentar vivir con el 90%, el cual estaría bendito, redimido y protegido por Dios? Aparentemente, esta es una pregunta que muchos cristianos se deben hacer. Recientemente escuché a un pastor compartiendo las siguientes estadísticas alarmantes: En 1998, los cristianos en el mundo ganaron aproximadamente unos 15.2 billones de dólares. La cantidad total que se donó a todas las causas relacionadas con el ministerio, incluyendo iglesias, misiones, etc., fueron unos 270 mil millones de dólares. Si
hace el cálculo, descubrirá que el porcentaje que se dio fue solamente el 1.8%.
Lo primero que pensé al ver estas estadísticas fue que el porcentaje era bajo porque incluía a los países pobres del mundo. Entonces vi los números de los Estados Unidos solamente. En 1998, el Cuerpo de Cristo en los Estados Unidos se ganó aproximadamente unos 5.2 billones de dólares y la cantidad total que se donó fueron unos 92 mil millones. El porcentaje es el 1.7%.
Piénselo un poco. El pueblo de Dios en los Estados Unidos, con tanta abundancia de bendiciones que tiene, sólo dio 1.7 % de su ingreso a la causa de Cristo. Sin embargo, el porcentaje para todo el mundo fue 1.8%. ¡En los Estados Unidos estamos dando menos que en los países pobres del mundo!¹
Por favor, tenga en mente que no estoy proclamando la ver- dad acerca del diezmo porque Dios necesita dinero; le estoy presentando estas verdades por su bien. Dios no necesita que dé; usted necesita las bendiciones de Dios. Se me rompe el corazón por el Cuerpo de Cristo, por nuestra falta de entendimiento en estos principios y por nuestra falta de caminar en las bendiciones de Dios. El corazón se me rompe porque una gran parte del Cuerpo de Cuerpo vive bajo una maldición como resultado directo de robarle a Dios.
Yo aconsejo a mucha gente que está luchando con problemas en su matrimonio y conflictos en sus hogares, por esta razón. No en- tienden que el primogénito, los primeros frutos y el diezmo le pertenecen a Dios. En 1 Corintios, capítulo 16 podemos leer:
Ahora quiero hablarles acerca del dinero que van a dar para ayudar a los del pueblo de Dios en Jerusalén. Hagan lo mismo que les dije a las iglesias de la región de Galacia. Es decir, que cada domingo, cada uno de ustedes debe apartar y guardar algo de dinero, según lo que haya ganado. De este modo no tendrán que recogerlo cuando yo vaya a verlos.
Pablo nos está diciendo que debemos dar cada semana, el primer día de la semana, conforme prosperamos. Debemos dar en proporción directa a la cantidad que se “haya ganado”, o sea, que debemos darle a Dios en proporción directa a la cantidad de ingresos que recibamos.
Fíjese también que Pablo quería que cuando él llegara no tendrían que recoger ofrendas (v. 2). En otras palabras: que no haya ofrendas especiales. Espero ver el día en el que las iglesias no tengan que hacer ventas o eventos
especiales para recaudar fondos porque cada miembro está dando su diezmo.
DIOS NO NECESITA QUE DÉ; USTED NECESITA LAS BENDICIONES DE DIOS.
Claro, la razón por la que las iglesias tienen tantos eventos para recaudar fondos es porque sólo 1.7% de nuestro ingreso se le da a Dios.
¡Imagínese lo que el pueblo de Dios podría lograr si su gente diera el primer 10% de sus ingresos, para que el 90% restante fuera redimido y bendecido! ¡Imagínese todo lo que podrían alcanzar los planes y propósitos de Dios, si la Iglesia despertara a las bendiciones que son resultado de tener la fe de dar los primeros frutos!
¡Si tan sólo el pueblo de Dios lo pusiera a Él en el primer lugar en sus vidas!
Transferir el principio de generación en generación
Quiero terminar este capítulo donde comenzó; en el capítulo 13 de Éxodo. Comenzamos con los versículos 12 y 13. Examinemos ahora los siguientes dos versículos de este importante pasaje:
El día de mañana, cuando sus hijos les pregunten: “¿y esto qué significa?”, les dirán: “El Señor, desplegando Su poder, nos sacó de Egipto, país donde fuimos esclavos. Cuando el faraón se empeñó en no dejarnos ir, el Señor les quitó la vida a todos los primogénitos de Egipto, tanto de hombres como de animales. Por eso le ofrecemos al Señor en sacrificio el primer macho que nace, y rescatamos a nuestros primogénito”.
Aquí Dios les está dando instrucciones a los israelitas sobre cómo pasar el principio del primogénito a las generaciones futuras. Está diciendo: “Cuando tu hijo te pregunte: ‘¿Por qué estamos sacrificando este cordero primogénito, papá?’, deberás sentarlo en tu regazo y decirle: ‘Hijo, déjame contarte acerca de cuando estábamos en Egipto. Déjame mostrarte las cicatrices en mi espalda. Déjame describir lo que es ser esclavo. Estábamos en cautiverio. Éramos esclavos, pero Dios nos liberó con su mano poderosa. Como Él nos liberó, este es el pacto sagrado que hemos hecho con Dios; mantenerlo en primer lugar en nuestras vidas. Por eso le damos felizmente lo primero de nuestras ganancias’”.
Yo puedo decirle que esto ya se ha dado en mi familia. En un momento u otro de las vidas de mis hijos, cada uno se me ha acercado cuando estoy escribiendo el cheque del diezmo y me han preguntado si ellos pueden dar el cheque a la hora de la ofrenda. Invariablemente, cuando les doy el cheque y ven la cantidad, dicen algo como: “¡Papá, es muchísimo dinero! ¿Por qué damos tanto a la iglesia?”.
Y he tenido la oportunidad de decirle a cada uno de mis hijos: “Mira, papá no siempre fue cristiano. No llegué a conocer a Cristo hasta que tuve 19 años y antes de conocerlo, mi vida era un desastre total. Déjame contarte lo que es estar en cautiverio—lo que es ser esclavo al pecado—pero Dios me liberó con su mano poderosa. Por eso, le doy felizmente a Dios lo primero de todas las bendiciones que Él nos da; pero no lo hago porque es un deber o de manera compulsiva. No. Doy mi diezmo felizmente porque quiero que Él sepa que Él es el primero en mi vida. Y porque damos lo primero al Señor, Él nos bendice, nos protege y cubre nuestras necesidades”.
Nosotros tenemos que vivir estas verdades y hacérselas saber a nuestros hijos.
Una vida llena de bendiciones comienza con un entendimiento claro y aceptando el principio del primogénito, los primeros frutos y el diezmo. Sin este entendimiento, es imposible avanzar hacia grandes aventuras que Dios tiene preparadas para aquellos que lo ponen a Él en primer lugar.